la Dra. patrocla y la mala maña de sus consejos

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Muchas veces siento que mi influencia en las mujeres es alta gracias a las cachetadas verbales que les prodigo casi a diario en cada una de las consultas. También he comprobado mi relativo exito entre los hermosos ejemplares del sexo masculino que vienen a conversar y recibir, siempre y por sobre todas las cosas, sus dosis de desahuevina compuesta. Ellos ven en la doctora y en su personalidad al personaje indomable, decidido y deseable. Pero ¿que pasa cuando pones el ojo, lanzas la bala confiada en la plenitud de sus conocimientos vitales y, derrepente, el pendereje recibe el impacto libre de la maldita polvora que lo hara adicto a ti? Primero imaginas que has perdido toda frescura, toda novedad. Ya tu discurso no es novedoso, ya tus formas no incitan morbo o curiosidad. Te quieren cerca para ser esa amiga que habla como amigo, la que soporta las porquerias que pasan por su cabeza y da opiniones de otros culos femeninos. Entonces eres una compañera ideal, con la que armas patota, con la que bromeas. Un buen ejercicio de reflexion es analizar tus formas y actos frente a programas televisivos de mediodia: esas mujeres de pelo largo, tetas redondas y cortos pantalones son realmente los ideales a lo que debes aspirar para conquistar a alguien?... lo peor es que luego de reflexiones como estas se te ocurre la idea de fingir: que tus palabras, tus miradas y sonrisas sean timidos, como de niña culpable. Puede que eso funcione, pero fingir con un homo vale realmente el esfuerzo? y cuando ya no puedas mas con la pose, que salga tu cara de siempre, tu risa de siempre, tus modos de siempre, que retorica usar?. Aveces no puedes bromear con esas situaciones, simplemente supera. Supera pues mamita, si no le gustas, mejor no insistas.