He soñado con un ser mitológico que salpicada semen sobre mi. Su cola aguijón se movía incansablemente, manchando mi ropa negra con sus fluidos de indescriptible color, de fuerte sabor. Complacida por el ataque de la Bestia me deje caer suavemente sobre el piso de cemento que se elevaba al cielo dibujado de celeste. Sus garras rozaron mis brazos y despojaron mi mano derecha del guante blanco que la protegía para luego lamer cada uno de mis dedos. Así la Bestia partió, extendiendo sus doradas alas. Lo sentí aún turbado por el rápido encuentro. Llevaba mi guante incrustado en las deformes uñas. Partió con él mi deseo de volver a soñarlo.
Segunda Primera vez...
Hoy, recién hoy he extrañado, a pesar de desconocer lo que extraño. Hoy te he recordado todo el día; pero no tengo certeza de todo lo que paso. Parece que estoy recreando y haciendo infinitos momentos mínimos. No debí fumarla toda, debí concentrarme en ti y no estar tan pérdida. Habrán sido los vecinos con su juerga, las risas exageradas o mis malas bromas lo que no nos dejó acoplarnos armónicamente. Habrá sido la hierva y el alcohol. No sé, delicioso. Ser hermoso. Te propongo una segunda primera vez.
PEQUEÑO PRINCESO
No existe un tiempo preciso para la ejecución de nuestros deseos. No. Ella ha corrido mucho por satisfacer caprichos infames: entra y sale gente de su vida y de su cuerpo que ha preferido, sin proponérselo, la memoria selectiva. Y no por insatisfacción o vergüenza; es sólo la purga que su mente exige. No hay fechas ni horas, detalles, chistes recortados, poses preestudiadas. No hay recuerdos del coqueteo previo o conversaciones posteriores. Solo la música e imágenes recurrentes guían sus actos. Otra piel, Ojos Rojos, un millón de años luz; el roce de reconocimiento, las conversaciones en la cama, la felación, el cunniliingus. Nunca existió un pero, pero tocó perdonarle la vida a un dios desarraigado de los placeres terrenos solo por su hermosa desnudez. Pequeño princeso, ella tenía tanta hambre y tu pusiste las sábanas de mantel
NO HAY DIAGNOSTICOS
Ha pasado ya a la historia las historias de las abundantes barbas y los bigotes tentadores y se, y solo se, que el tiempo no cura nada
Razones para dejar de insistir en dejar lo dejado.