La mala maña de los consejos
Soy consciente de la influencia que tengo entre las mujeres gracias a las cachetadas verbales que les prodigo casi a diario con cada una de sus consultas. También he comprobado mi relativo éxito entre los hermosos ejemplares del sexo masculino que vienen a conversar y recibir, siempre y por sobre todas las cosas, una dosis de desahuevina compuesta. Ellos ven en esa personalidad al personaje indomable, decidido y deseable. Pero ¿Qué pasa cuando pongo el ojo, lanzo la bala -confiada en la plenitud de mis conocimientos vitales - y, de repente, el pendereje es inmune a la maldita pólvora que lo hará adicto a mi? Entonces, veo todo perdido: que si he perdido mi frescura, que si ya no soy novedad, que ya mi discurso no incitan morbo o curiosidad. Él te quiere cerca, claro.
Te quieren cerca para ser esa amiga que habla como amigo, la que soporta las porquerias que pasan por su cabeza y da opiniones de otros culos femeninos. Entonces eres una compañera ideal, con la que armas patota, con la que bromeas. Un buen ejercicio de reflexion es analizar tus formas y actos frente a programas televisivos de mediodia: esas mujeres de pelo largo, tetas redondas y cortos pantalones son realmente los ideales a lo que debes aspirar para conquistar a alguien?... lo peor es que luego de reflexiones como estas se te ocurre la idea de fingir: que tus palabras, tus miradas y sonrisas sean timidos, como de niña culpable. Puede que eso funcione, pero fingir con un homo vale realmente el esfuerzo? y cuando ya no puedas mas con la pose, que salga tu cara de siempre, tu risa de siempre, tus modos de siempre, que retorica usar?. Aveces no puedes bromear con esas situaciones, simplemente supera. Supera pues mamita, si no le gustas, mejor no insistas.
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